Richard Rohr dice: «El dolor que no se transforma se transmite».
A veces reaccionamos en exceso ante lo que percibimos en nuestro entorno por la cantidad de dolor y trauma acumulado: el que no ha sido visto, expresado, aceptado o comprendido.
Una herida no sanada con nuestro padre puede ser entonces la causa de los conflictos que experimentamos con nuestro jefe en el trabajo, con una figura de autoridad o con nuestra pareja.
Reprimir lo que nos duele es un mecanismo para sobrevivir; sin embargo, llegado el momento en que estemos listos para hacerle frente, es necesario reconocerlo para poder transformarlo. La conciencia que somos siempre será mayor a esa parte herida de nosotros, por tanto podrá contenerla y recordarnos que somos mucho más que aquello que nos pasó.
En el apartado «Ejercicios» del menú de esta página, podrás encontrar herramientas sencillas para contribuir a dicha transformación.
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