El sistema nervioso recibe y procesa toda la información que proviene del interior del cuerpo y del entorno. Está a cargo de procesos que realizamos de forma automática como respirar, caminar, pensar y sentir.
Cuando nos enfrentamos a una situación de estrés, real o simbólica, nuestro cerebro envía señales al resto del cuerpo para responder de 3 formas principales: pelear, huir o paralizarse. Este es nuestro mecanismo de supervivencia; sin embargo, cuando nuestro día a día involucra situaciones de estrés constante, pasamos todo el tiempo en «modo supervivencia»: ansiosos, tensos, a la defensiva, abrumados, con poca energía o incluso estancados.
La respiración profunda o controlada, que permite mayor entrada de oxígeno al cuerpo y mayor liberación de dióxido de carbono, activa la parte del sistema nervioso (parasimpático) que nos permite estar en calma, presentes, en conexión con nosotros y con los demás, con capacidad de tomar decisiones y asimilar información nueva.
Respirar profundo es una de las herramientas más poderosas que tenemos para provocar la relajación y lidiar con el estrés y todos sus efectos.
Lo mejor es que la tenemos disponible siempre que la necesitemos, solo es cuestión de elegirla conscientemente. Creo que es el mejor consejo que he recibido y que tengo para dar:
«Respira».
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