Emoción proviene del latín «emovere» que significa mover o trasladar. En el momento de un impacto, sentimos una emoción primaria o innata. Esta respuesta proviene de nuestro sistema límbico y nos sirve para adaptarnos al ambiente y recuperar nuestro equilibrio físico-psicológico.
Las 5 emociones básicas son: miedo, tristeza, alegría, enojo y asco.
Si crecimos en un entorno donde esa primera emoción que sentimos no es aceptada, la reprimimos u ocultamos. Le llamaremos emoción social o secundaria a esa que sí nos permitimos expresar porque aprendimos que está bien vista en nuestro entorno familiar, social, cultural.
Por ejemplo, quien haya sido educado para no mostrar debilidad, ocultará la tristeza y mostrará el enojo. O sea que a veces debajo de nuestra rabia, puede haber una gran cantidad de tristeza acumulada.
Las personas que convivieron en su infancia con familiares con grandes dramas o depresiones, aprenderán que no está bien visto mostrar alegría en casa.
¿Cómo sabemos si lo que sentimos es una emoción primaria o social?
La emoción primaria es espontánea y la sentimos en todo el cuerpo, por lo tanto nos invita a actuar o a movernos, y cuando la expresamos hay un cambio palpable en nuestra fisiología.
La emoción social, aunque se exprese, esconde un sufrimiento que no se quiere mostrar y no nos motiva a pasar a la acción. Nos mantiene en el mismo lugar pues no representa lo que sentimos realmente.
Con respecto a las emociones, no se trata de juzgarlas como buenas o malas, sino de aprender a gestionarlas, pues todas tienen una función y utilidad.
Aquí encontrarás herramientas para aprender a auto-regularte: https://www.luzalasombra.com/ejercicios. Como todo proceso, éste requiere voluntad, conocimiento de nosotros mismos, disposición, paciencia y práctica.
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