La vida se parece mucho a un árbol. Aunque una parte de ella parece transcurrir en línea recta, sus ramas y raíces crecen en todas direcciones, como si se contradijeran.
Al desenvolverse nos enseña que es mucho más que los planes que hacemos con ella, nuestras creencias, limitaciones e ideas.
Es receptiva, sabia y adaptable; tiene su propia inteligencia y solo puede experimentarse de adentro hacia fuera.
Como las ramas de un árbol, la vida es orgánica y crece en la mejor dirección para el alma.

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