De nuestra figura materna aprendemos el amor propio; pero no por lo que nos dice, sino por cómo le vemos tratarse a sí misma.
Cuando somos niños, aprendemos de mamá, o de la persona que representa este rol en nuestra vida, el amor propio. Pero no por las cosas que nos dice, aprendemos de lo que le vemos hacer, por ejemplo cómo se alimenta, cómo se trata cuando se equivoca, cómo gestiona los límites, si se acepta o se juzga.
Eso que vimos, es lo que repetimos cuando somos adultos con nosotros mismos. Si vimos a mamá castigarse, es muy probable que hagamos lo mismo cuando nos equivocamos. Si le vimos rechazar su cuerpo, sus emociones o su manera de ser, es muy probable que tengamos dificultad para aceptarnos como somos. Si le vimos validarse, descansar y respetarse, probablemente lo sabemos hacer también.
Mirar hacia atrás para ver lo que aprendimos de nuestra figura materna no es para hacer juicios, sino para elegir qué queremos hacer de ahora en adelante con eso que tenemos. Lo que aprendimos de nuestros padres es una base, un primer ladrillo en nuestra construcción; a nuestro yo adulto le corresponde la responsabilidad de decidir conscientemente cómo quiere relacionarse consigo mismo.

Comments