El «niño interior» es una forma metafórica de llamarle al niño que todos fuimos, que llevamos dentro, y que representa nuestra vulnerabilidad. Este concepto tiene su origen en el psicoanálisis.
Todo lo que experimentamos de los 0 a los 7 años tiene un impacto profundo en cómo nos relacionamos con nosotros y con los demás.
Esa parte de nuestra personalidad es la que reacciona cuando una situación nos recuerda lo que vivimos en la infancia. Si se trata de algo que nos lastimó, nos volvemos a sentir ese niño asustado que necesita protección.
Por ejemplo, terminar una relación de pareja puede ser muy amenazante para una persona que cuando era niño experimentó algún tipo de abandono. Incluso puede ser que trate de evitar a toda costa volver a sentir ese dolor, así signifique permanecer en una relación donde no es apreciado o valorado.
Muchas de las cosas que hacemos y no entendemos, porque parecen no tener lógica, o que surgen de nuestro inconsciente, pueden estar relacionadas con conseguir lo que nos hizo falta en nuestros primeros años de vida. Un adulto que demanda atención constante lleva dentro a un niño que no la tuvo.
Los desafíos de la vida son una oportunidad para que esa parte más vulnerable de nosotros se muestre, con el propósito de ser vista, recibida, aceptada y contenida. En palabras de Robert Schwartz: «Los desafíos vitales están ahí para recordarte tu grandeza, no tu pequeñez».
El adulto en nosotros, lejos de rechazar a ese niño herido, necesita preguntarle qué necesita y dárselo: un abrazo, estar a solas, llorar… Así es como se dará cuenta de que lo que necesita no está afuera, sino dentro de él.

Comments